El concepto de autoestima se refiere a los
sentimientos y pensamientos que toda persona tiene acerca de su competencia y
valía en su habilidad para resolver problemas, afrontar desafíos, aprender del
éxito y el fracaso y para tratar a los demás y a sí mismo con respeto.
Los niños se enfrentan a muchos “desafíos” diariamente. Uno de ellos es
el de aprender y lograr los objetivos académicos del colegio y tener un buen
rendimiento escolar así como satisfacer las expectativas de profesores y de sus
padres o familia.
Por ello, los niños con buen rendimiento escolar tienen una alta autoestima y
se sienten satisfechos de sí mismos. Son capaces de soportar el estrés de las
tareas y exigencias escolares. Atribuyen su éxito escolar a sus propios
esfuerzos, recursos y habilidades y sienten un genuino sentido de control
respecto de lo que está sucediendo en su vida. Si hay un error o fallo, pueden
aprender de éste y evaluar las posibilidades de mejora (estudiar más o con más
antelación). Son niños que experimentan el éxito en forma temprana en su vida y
reciben una respuesta estimuladora del ambiente que promueve su crecimiento
emocional y personal.
Pero los niños con problemas de aprendizaje, se enfrentan a muchos desafíos que
no terminan en una experiencia exitosa sino en una experiencia de fracaso al no
contar con los recursos adecuados. Un niño que fracasa continuamente en el
aprendizaje, el cual ocupa el 80% de su vida, tenderá a atribuir su fracaso a
su estima global (Teoría de la atribución) y si encuentra muchas frustraciones
y desilusiones, creerá que su bajo rendimiento está sustentado en falta de
“suerte”, esto es, debilitando la confianza en sus habilidades y en ser dueño
de controlar el rendimiento futuro (muchos niños con problemas
de aprendizaje tienden a desestimar una buena nota en un examen diciendo comentarios
como “Tuve suerte” o “La prueba era fácil”, o “la maestra me regaló nota”).
Minimizan el rol y papel protagonista que tuvieron en la obtención del éxito
gracias a su trabajo, esfuerzo e inteligencia. Además, desafortunadamente el
efecto acumulativo de fracasos influye en una percepción psicológica negativa
de que las experiencias de éxito no están a su alcance porque no es “tan
inteligente o listo como los demás”. No pueden aprender de sus errores sino que
cada uno de ellos es “una soga al cuello”.
¿Como saber si un niño
tiene baja autoestima?
Los niños con baja autoestima tienden a utilizar estrategias
adaptativas al entorno escolar poco “productivas” que no promueven el
éxito o crecimiento a la larga. Las más comunes son: copiar modelos de
actuación de otros compañeros, hacerse los payasos, molestar a otros, mala
conducta en clase, evasión de las tareas , poner excusas para quitar
importancia a una mala nota como que es una tontería o un rollo, que la maestra
no sabe explicar y es su culpa ; “que me da igual….” Es frecuente que culpen a
otro o comenten que “no me pasa nada; todo va bien” (autoestima de fachada)
para esconder su doloroso sentimiento de “soy un
fracaso, yo no puedo cambiar, yo no puedo obtener un buen rendimiento”.
En el medio familiar pueden mostrarse desanimados o tristes y con tendencia a
autocríticas constantes. O todo lo contrario, retraídos y dependientes de sus
figuras de afecto (padres) necesitando una atención excesiva y la aprobación
constante de éstos. Son niños inseguros que necesitan la dirección de un adulto
para hacer tareas o tomar cualquier decisión. Es usual la baja tolerancia a la
frustración y reaccionar con enojo, enfado, oposición o constantes cambios
emocionales.
Los adultos tienden a pensar que a estos niños les falta perseverancia, trabajo
e interés. Sin embargo su evasión no es más que un
intento por evitar una frustración que daña seriamente a su autoconcepto o
autoestima. Ningún niño es inmune al miedo que se desprende de una situación de fracaso
o error, pero los niños con problemas de aprendizaje son especialmente
vulnerables a este miedo. Han experimentado tanto fracaso que su energía está
puesta en evadir esta frustración en lugar de implementar las estrategias
eficaces para enfrentarla y además, no saben elegir estrategias eficaces
comenzando así un “círculo vicioso”.
Comprender a estos niños es el punto de partido para el cambio. Padres y
educadores debemos entenderlos, ponernos en su “piel” y enseñarles a descubrir
lo bueno que hay en ellos; insistir en lo positivo y no en lo perturbador o
negativo; ser una luz en un camino que tendrá momentos de oscuridad.
Os prometo en nombre de todos esos niños (con los que trabajo diariamente), que
pronto hablaremos de Cómo favorecer una buena autoestima en ellos.
He elegido este texto ya que nos explica como actúan los niños con baja autoestima, y de la manera que debemos actuar.
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